lunes, 31 de agosto de 2009

Estadìa

"¿Dónde está Dios, aunque no exista?"(...)Alzo los ojos y veo las estrellas que no tienen ningún sentido… Y de todo esto apenas quedo yo, un pobre niño abandonado…"(...) (Fernando Pessoa)

Todos sabían que estaba triste pero, como siempre que intentamos ser un hombro,había metidas de pata antológicas ( frases fatalistas, optimismos desaforados y siempre, claro, buenas intenciones).
En realidad estar lejos de su casa no era el peor desconsuelo, sino, simplemente el saberse lejos de si misma,estar viviendo un relato horrible del que quería escaparse,desconcertada.La cercanía de la muerte como entidad posible que la vinculaba a un destino nefasto más que miedo le causaba desazón.El fracaso no era su firma.Era orgullosa y ahora se sentía un lastre.Tal vez porque Buenos Aires no es el mejor lugar para sufrir, y sin embargo, le hacía bien que sus amigos, los de toda la vida, no estuvieran para opinar ni hacer que la incertidumbre y la desesperanza fueran de dominio popular.Este era SU infierno interior, SU desconsuelo y nadie más estaba invitado,sólo los recuerdos de aquélla vida que tenía antes de esta maldición.No intentaba tener un delirio romántico spleentiano alemán ,tampoco un tango urbano(aunque hubiera sido apropiado)pero quería que la dejen en paz, asi que en vez de rebelarse contra la inútil y precavida directiva de "no hay mal que por bien no venga, o "Dios sabe qué es lo que tiene para cada uno", agradecía y miraba para otro lado, con su carismática manera de agradecer al mismo tiempo que mandar a la mierda.